De la educación popular a la comunidad como aula
La educación comunitaria tiene sus raíces en América Latina, particularmente en la Educación Popular, una corriente que surgió con fuerza en los años 70 y que fue oficializada en Perú mediante la Ley General de Educación N.º 19.326. Su objetivo era claro: poner a las personas y sus contextos reales al centro del proceso educativo, reconociendo que aprender no es solo asistir a una escuela, sino también comprender el entorno, organizarse colectivamente y transformar la realidad.
Décadas después, México profundizó este enfoque a través del modelo de Educación Comunitaria del CONAFE, basado en la “Relación Tutora”: una dinámica de diálogo entre tutor y aprendiz que fomenta el autoaprendizaje, el respeto mutuo y la participación activa. Hoy, este modelo atiende a miles de estudiantes en zonas rurales, multigrado y con programas flexibles adaptados a la diversidad del país.
Un enfoque que crece en todo el mundo
Este modelo no es una excepción, sino parte de una tendencia global. Según la UNESCO, 356 ciudades de 79 países integran la Red Global de Ciudades del Aprendizaje, promoviendo la educación continua para más de 390 millones de personas. A su vez, países como Nepal cuentan con miles de Community Learning Centres que ofrecen alfabetización, capacitación laboral y desarrollo comunitario.
Pero el desafío sigue siendo enorme: 251 millones de niñas, niños y jóvenes siguen fuera del sistema escolar formal. Esto demuestra que los modelos educativos tradicionales no están llegando a todos. Por eso, la educación comunitaria se posiciona como una respuesta concreta, flexible y eficaz para ampliar el acceso a aprendizajes significativos.
¿Y en Chile? La educación que viene desde el barrio
El Censo 2024 confirmó avances importantes en escolaridad —el promedio nacional subió a 12,1 años— pero también mostró grandes desigualdades territoriales y un marcado envejecimiento de la población. Frente a estos desafíos, el Ministerio de Educación lanzó la Política Nacional de Convivencia Educativa 2024-2030, que reconoce que la escuela necesita abrirse a la comunidad, incorporar el bienestar y promover una cultura de paz y participación.
En paralelo, experiencias como la de La Pintana muestran cómo la educación comunitaria puede cambiar vidas. Un grupo de científicas y científicos que regresaron a Chile tras trabajar en Silicon Valley creó junto a Fundación SoyMás un curso de programación e inteligencia artificial para madres jóvenes. Hoy, más de 80 mujeres participan de estas clases que combinan saberes digitales, guardería comunitaria y proyectos con impacto real en sus barrios.
La experiencia de WeBarrio: aprendizaje desde el territorio
En WeBarrio llevamos años apostando por la educación comunitaria como motor de transformación social en los barrios donde acompañamos proyectos de Integración Social y Territorial (PIST). Nuestra metodología combina tres pilares fundamentales:
1. Aprendizaje encadenado
Cada taller está conectado con el anterior y el siguiente. Comenzamos por los temas prácticos, como el uso y cuidado de la vivienda, y avanzamos hacia temas más estructurales: la vida en comunidad, los derechos y deberes de los copropietarios, y la organización vecinal.
2. Saber local + contenidos formales
Reconocemos que cada comunidad tiene saberes propios y valiosos. Por eso, integramos esa experiencia con herramientas digitales, información legal y contenidos validados por instituciones públicas, creando un currículum híbrido, pertinente y accesible.
3. Protagonismo comunitario
No imponemos contenidos ni ritmos: la comunidad decide cómo y cuándo aprender. Nuestro equipo acompaña el proceso mediante una lógica de tutores comunitarios, que potencian la autonomía y fortalecen la confianza entre vecinos.
Retos y oportunidades de cara al futuro
La educación comunitaria no es solo una solución de emergencia. Es una estrategia de futuro. Aquí algunos de los principales desafíos y cómo este enfoque puede enfrentarlos:
Desafío |
Respuesta desde la educación comunitaria |
Deserción escolar pos-pandemia |
Tutorías personalizadas y espacios de re-vinculación |
Falta de docentes en zonas rurales |
Formación de promotores y educadores comunitarios |
Brecha digital |
Alfabetización tecnológica y laboratorios móviles con alianzas locales |
Conclusión: la educación que nace desde abajo
La educación comunitaria es, ante todo, una forma de vida. Una invitación a aprender desde la experiencia, a organizarse colectivamente y a mejorar los barrios no solo con cemento y pavimento, sino con conocimiento compartido.
En WeBarrio lo vivimos cada día: cuando un grupo de vecinos decide formar su junta, cuando una madre aprende a leer una boleta de gastos comunes, cuando una adolescente descubre que puede liderar un taller. Cada pequeño logro educativo es un gran paso hacia una comunidad más justa, informada y conectada.
Porque cuando el aprendizaje nace del barrio, la educación deja de ser un privilegio y se convierte en un derecho cotidiano y colectivo. 🏘️📚